viernes, 11 de enero de 2013

Dialogando (2)

Practicando diálogos... En la Jaula de la Fantasía, palabras de otra realidad.

1.
[...]
-Es que aquí las cosas funcionan así.
-¿Cómo?
-Si tienes un lugar secreto lo conoce todo el mundo, pero si lo conoce todo el mundo entonces es secreto.
-O sea, funcionan al revés.
-No, del derecho.
-No puede ser, si es secreto lo es, y si no, no.
-Claro.
-Bien, entonces es tan fácil como hacer lo contrario de lo que quiero. Para que nadie me encuentre me pondré a la vista de todos, y si quiero que alguien me halle, entonces me esconderé.
-Pero así no funcionan las cosas aquí.
-¿Cómo que no?
-No. No puedes querer lo que no quieres para obtener lo que quieres, porque entonces obtienes lo que quieres.
-Exactamente.
-No, porque lo que quieres es lo que no quieres.
-Eso no tiene sentido.
-Es que aquí las cosas no funcionan así.


 [...]

2.
[...]
-¿Qué le pasa a ese?
-Ha perdido su hada.
-Entonces no puede estar aquí.
-¿No podemos hacer una excepción?
-No, y lo sabes.
-Si, pero tenía que preguntarlo.
-¿Por qué?
-Porque es una pena.
-Siempre lo es.
-Cuando se vaya no volverá.
-Eso no lo sabes.
-Esta vez sí lo sé.
[...]

3.
[...]
-¿Cuándo tienes pensado ir a verlo?
-No lo sé.
-¿No crees que ya lo has tenido esperando bastante?
-¿Bastante? Para nada.
-Casi ha pasado una vida.
-Una vida para él, yo acabo de nacer.
-Eso es cierto, pero tu nacimiento se lo debes a él.
-Pero...
-¿Pero qué?
-Si me ve llegará a su final.
-Al menos será un final feliz.
[...]

4.
[...]
-Siempre te lo preguntaste, ¿no?
-Desde la primera vez que me vi.
-Es curioso.
-¿El qué?
-Que de tantos fueras tú el primero.
-¿El primero?
-Sí, el primero que se preguntó qué habría al otro lado.
-Me cuesta creerlo.
-Pues así es.
-Me pregunto el porqué.
-Siempre tienes preguntas.
-Sí, sólo me faltan las respuestas.
-Las encontrarás.
-¿Todas?
-Todas.
[...]

5.
[...]
-¿Qué ha hecho?
-Nada.
-Entonces, ¿por qué está aquí?
-Por eso, por no hacer nada.
-¿Tenía otra alternativa?
-Sí.
-¿Habría cambiado el resultado?
-No.
-Entonces, ¿por qué está aquí?
[...]

6.
[...]
-¿Y siempre está la bruma aquí?
-¿Siempre?
-Que si nunca se va esta especie de niebla.
-¡Ah! Siempre, sí.
-¿Qué la produce? ¿El pantano?
-¿El pantano? No.
-Entonces, ¿qué?
-Pronto lo verá.
-¿Qué lo veré?
-Sí.
-¡Aaaah! ¡Por Dios! ¡No quiero ser devorado! ¡Noooo! ¡Ayúdeme! ¡Ayúdeme! ¡Ayú...!
[...]

7.
[...]
-Siento algo así, como un fuego por dentro.
-Es que algo te habrá sentado mal al estómago.
-No, si es por todo el cuerpo.
-¿Por todo el cuerpo?
-Sí.
-¡Ah! El amor.
-¡Qué dices!
-Que lo que sientes es amor.
-¡Pero mira!
-¡Si estás brillando, brillando como un ascua!
-Te lo estaba diciendo, un fuego por dentro.
[...]

8.

[...]
-¿Y dice qué disparó en defensa propia?
-Exactamente.
-¿Y me lo tengo que creer?
-Usted puede hacer lo que quiera, detective, yo ya le he dicho como ocurrieron los hechos.
-¿Pero los hechos son la verdad?
-Eso le toca a usted averiguarlo.
-¿Agente?
-¿Sí, detective?
-¿Usted acaba de ver lo mismo que yo?
-Si se refiere al sospechoso atravesando la pared, sí.
-Creo que será mejor no decirle esto a nadie.
-¿Pero cómo justificará su desaparición?
-Ya se me ocurrirá algo, cualquier cosa sonará más creíble que esto.
-En eso tiene razón.
-Sabía que este caso me iba a traer problemas... Lo sabía.
[...]

9.
[...]
-¿Este es el final?
-Sí.
-¿Pero el final de todo?
-Sí.
-Entonces, ¿ya he acabado?
-Por ahora.
[...]

10.
[...]
-¡Lo he descubierto! ¡Lo he descubierto!
-¡Alto! Párese un momento por favor. Eso está mejor. ¿Quiere decirnos por qué grita de esa manera?
-Porque lo he descubierto, Erik, lo he descubierto.
-¡Maldita sea, Fiedrich! ¿Qué ha descubierto?
-Ya lo sabéis, Erik.
-¿Cómo voy a saberlo si no me lo decís?
-¡Usted los mató! ¡Los mató a todos!
-¿Qué hice qué? Habéis perdido el juicio!
-Casi lo hago, gracias a sus triquiñuelas.
-¿Quiere serenarse? ¿Acaso no estaba conmigo cuando todos murieron? En el Gran Salón, jugando nuestra partida semanal de cartas, ¿no lo recuerda?
-Lo hago, lo hago demasiado bien. Es usted un científico brillante. Brillante, demasiado brillante; pero yo, Fiedrich von Berschmark he descubierto su secreto.
-¿Qué secreto, Fiedrich?
-¡Éste!
-¿Y qué se supone que tenéis en la mano?
-La pistola de rayos que ellos querían, por eso los mató.
-¿No véis la locura que decís?
-¿Locura? ¡No estoy loco!
-¡Por favor, Fiedrich, apunte con eso a otro lado!
-¿Lo reconoce entonces?
-Sí, me habéis descubierto, pero quitad vuestro dedo del gatillo.
-¿Cómo pudistéis hacerlo?
-Querían mi pistola para la guerra, para el mal, no eran buenas personas.
-¿E Isabella? ¿También la quería? ¿También era mala persona?
-No, ella fue un desafortunado accidente, no podía saber que estaba ahí.
-Deberiáis haberlo sabido, haberos asegurado antes de disparar con este rayo mortal que atraviesa las paredes.
[...]

No hay comentarios:

Publicar un comentario