Fauces
La mandíbula del lobo volvía a cerrarse sobre su garganta. Se preguntó si aquella vez sería la última o si la mala suerte volvería a sonreírle permitiéndole escapar, una vez más. Recordó todas y cada una de las cicatrices hirientes que llevaba, de las cuales no había sido capaz de aprender nada; porque allí estaba, de nuevo, atrapado en aquellas fauces.
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