[...] 
-¿Qué estás escribiendo?
-Nada que te importe.
-¡Oh! Una carta de amor... ¡Qué patético!
-¿Patético? Habría esperado un qué romántico...
-Si,
 bueno, eso creía yo antes, pero párate a pensarlo. ¿Por qué escribes 
algo como eso? Porque a quien  va dirigida no le importa lo que tengas que decirle, nada en absoluto, porque seguro que has intentado quedar
 en persona para confesarle tus sentimientos pero nunca tenía tiempo o 
ni siquiera te contestaba. ¿Tú crees que si no se digna a escuchar unas palabras va a molestarse en leerlas? ¿De verdad? En el mejor de los casos se las leerá como el prospecto de un medicamento o las instrucciones de un aparato, por encima y sin enterarse de nada; y en los demás, rodará unos días por la mesa e irá a la basura o irá directamente a la basura. Lo que ya no me aventuraría a decir es si echa o no pedazitos. Mandar cartas de amor no tiene sentido alguno salvo que exista una relación, en ese caso es un juego más, pero para conquistar a alguien es lo más triste del mundo.
[...] 
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