Todo quedó en silencio y a oscuras. Tacilla tembló y avanzó lentamente, con cautela, hacia el borde de la cornisa. Asomó la cabeza y contempló la desolación que se extendía abajo, entre las sombras. Aquel día la batalla se cobraba más bajas que ningún otro. La escala creciente era la norma en los últimos tiempos. Cada noche era peor que la anterior.
Sabía que pronto le llegaría el turno. Aquel pensamiento no era nuevo, su ágil cerebro de porcelana lo imaginaba cada vez que cerraba los ojos, en una pesadilla horrenda. Pero no, no estaba dispuesta a permitir que sucediera. Para nada. El tiempo de permanecer tumbados y en silencio debía tocar a su fin. Alzó su bracito y desafió a la oscuridad y el silencio que los envolvía.
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