lunes, 5 de diciembre de 2016

3 Palabras (1)

«Raúl estiró la chaqueta, intentando eliminar las arrugas que se le habían formado al ir sentado en el asiento del coche. Su mirada, perdida en el infinito, se cruzó con la de sus dos sobrinos: Violeta y Pedro, de siete y cinco años. Los dos observaban con los ojos muy abiertos las caras tristes de los adultos. No entendían las lágrimas que vertían algunos. Dejó de intentar quitar la arruga, no lo iba a conseguir, y se acercó a los dos niños. Se agachó y les dio un abrazo.

--¿El abuelo está malito? --preguntó con candidez Violeta sin soltarle la mano a su hermanito.
Raúl esbozó una sonrisa y levantándose le revolvió el pelo a la niña, mientras expelía un largo suspiro y pensaba: "La vida continua"».

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