sábado, 22 de diciembre de 2012

La...

Lo mejor de aquella noche no fue acariciar tu cabello. Tampoco el tacto de seda de tus labios de un delicado rosado. Ni el perfume dulce de tu piel que saboreaba con las manos, perdidas en los caminos de tu cuerpo como un viajero curioso e inquieto. Y siquiera podría ser el calor tibio de nuestros cuerpos mientras se amaban el uno al otro como si tuvieran una mente propia y ajena, pero faltaría a la verdad. Si bien nada de eso podré olvidar jamás, lo mejor fue la sonrisa de tus ojos.

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