miércoles, 1 de enero de 2014

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Sonaban a lo lejos los últimos alientos de aquel día, un día como cualquier otro, un día tan único como irrepetible, un día 31 de un Diciembre que se agotaba. Había aplicado todos los remedios que el Doctor le indicara antes de marcharse, pero nada parecía surtir efecto para paliar el mal que le aquejaba. En esos instantes se enfrentaba él también a su final. Sabía que en cuanto la última campanada de media noche sonara su corazón se detendría, y lo único que podía curarle estaba a demasiados kilómetros de distancia, aunque la lejanía en realidad no era un problema geográfico, lo mismo hubiera dado que la medicina dulce, tibia y rosada, estuviera apenas a unos metros, apenas a unos palmos, apenas a unos centímetros; porque jamás llegaría a sus labios. Y posiblemente fuera mejor así, el fin de la agonía de su tiempo. Intentaba alejar de él aquel pensamiento gris, pero no podía, la nada se le antojaba mejor que otros 365 días diferentes pero todos iguales...

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