La tienda se encontraba abarrotada, por lo que era casi imposible mirar nada con detenimiento, aún así, no estaba dispuesto a dejarse abrumar por la muchedumbre. Abrió su chaqueta y se quitó guantes y bufanda, metiéndolos en los bolsillos. Afianzó los pies y se planto delante de la vitrina, al mismo tiempo elevó la música en su MP3, la tercera "pista" del Último Mohicano escapó de entre los auriculares y sus oídos.
En los diferentes estantes iluminados descansaban varias tallas de cristal. Con mucho cuidado tomó una de ellas, formada por multitud de caras lisas y acorazonadas, formando un pequeño corazón. Sus ojos atravesaron la luz más allá y su vista se perdió en su interior, donde se reflejaban condensados tantos recuerdos. Vio todas las huellas dejadas en el tiempo durante el año anterior, las sintió cercanas, más de lo que estaban ahora. Unos segundos después notó como, una a una, iban desapareciendo, borradas por los días del último año. Cerró los ojos intentando detener el agua temporal que dejaba una arena limpia y vacía, pero fue inútil. La última pisada acabó por desaparecer. Entre sus dedos notó como el cristal se quebraba, dejando en el interior de su mente un eco vacío imposible de olvidar. Apretó los dientes y contuvo las lágrimas cargadas de sonrisas perdidas.
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