viernes, 1 de marzo de 2013

Como son las cosas...

-¿Aún sigues con eso?- se escuchó la voz de Berios, apoyado en el narco de la puerta.
-Sí.-no levantó la mirada de lo que estaba haciendo.
-¿Pero has dormido algo?-sus pasos indicaron que se acercaba.
Meneó la cabeza para decir que no. Berios se situó a su lado y observó lo que estaba haciendo. Sobre la mesa, encima de un grueso paño, descansaban montones de trozos de cristal y cerámica.
-¿Hasta cuándo piensas seguir con esto?
-Hasta que lo consiga.
Berios suspiró.
-Hay cosas que a veces no se pueden arreglar, por más que lo intentes.
-Entonces, ¿qué? ¿Simplemente debo tirarlas? ¿Olvidarme de todo esto?
-Sería lo mejor.
-Me gustaría, pero no, no puedo. Tengo que arreglarlo.
-¿Te has planteado que eso no dependa de ti?-Ahora sí apartó la vista del puzzle de piezas rotas.-Las cosas no siempre dependen de uno mismo.
-Eso es demasiado desesperanzador.
-Sí, lo es, pero así son las cosas, así funcionan y lo mejor es aprender a olvidar, a dejarlo pasar, a ignorarlo.
-¿Me estás diciendo que debo aprender a convertir  algo que para mi es importante en algo que no lo sea? ¿Ese es el consejo que todos váis a darme? Eso es muy desafortunado.
-Sí, puede parecerlo, pero piénsalo, quién es más feliz, ¿el qué se preocupa o el qué no lo hace?
-No puedo. Y ahora, por favor, déjame, tengo mucho que hacer.
Berios se encogió de hombros y suspiró.
-Algún día lo entenderás, espero.-dijo antes de marcharse.

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