¡Nada! Allí no había nada. La "caja negra" estaba vacía, no mostraba ningún dato anómalo. Lo que fuera aquella cosa, que parecía poder viajar por el espacio por sí misma y a la vez atravesar el cristal reforzado de la sala de navegación , no había dejado ninguna traza en los sensores. Y lo que casi era peor, tampoco estaban recogidos los problemas en los aparatos de navegación y cartografía. Lucius gruñó y resopló. Aquel iba a ser un mal día. Sólo esperaba que no fuese el primero de muchos.
La puerta se abrió con un siseo cuando las juntas descomprimieron y un poco de aire escapó. Lucius se detuvo en seco, fuera estaba Reeva, mirándolo con sus ojos verdes de pupilas doradas. La mujer sonrió y sus dientes afilados y de aspecto metálico se dejaron ver. Era una imagen nada tranquilizadora.
--No le pregunté antes, capitán, ¿por qué lleváis una Wilson en el bolsillo?
«¡Maldita sea! Lo sabía, sabía que se había dado cuenta...», pensó mientras torcía el gesto.
Lucius se apartó un poco y le indicó que pasara al interior de la sala de seguridad.
--Reeva, esto no puede salir de aquí --dijo en cuanto la puerta se cerró de nuevo --. Es muy importante.
La mujer galiana asintió e intentó poner serio el rostro de piel blanca perla.
--Esta noche he tenido una visión, creo --la voz sonó resignada.
--Natia lo sabría... --La preocupación fue auténtica.
--Eso mismo pensé yo. Lo cierto es que en el sueño --no quería volver a repetir la palabra visión --todo estaba mal y Úlcer estaba muerto. Cuando desperté fui rápidamente a la cabina de navegación y aún estaba vivo, pero algo intentó atacarnos y le disparé con la Wilson, fulminándolo.
--¿Algo? Qué podría atravesar la mampara sin destruirla.
--Eso me gustaría saber. Pero no acaba ahí. Durante unos minutos los controles de navegación estaban revueltos. No mostraban los mismos datos.
--¿Por eso habéis venido aquí?
Lucius asintió.
--Pero no hay nada. Ningún registro.
--No puede ser. Deberíais informar a Vera.
--¡No! Por el momento nadie más debe saberlo.
--Capitán...
--He dicho n-a-d-i-e. No pensaba que tuvieras la lengua más suelta que Úlcer.
--No, capitán, pero es que no estoy cómoda con las mentiras, ya lo sabéis.
--Reeva, no estás mitiendo, sólo no contando algo. No es lo mismo.
--Para los galianos es lo mismo.
--Y por eso es porque muchas veces no te cuentan las cosas. --La mujer mostró en la cara que ese comentario le había dolido --. Como sea, por el momento necesito poder investigar lo que sucede con calma. No quiero que cunda el pánico. ¿Serás capaz?
--Si es una orden del capitán no me queda más remedio --sus palabras fluyeron resignadas.
--Te lo agradezco. Salgamos de aquí.
Cuando estuvieron en el pasillo, Lucius miró a Reeva fijamente.
--Una cosa más. Pon un ojo en Úlcer.
La mujer asintió antes de alejarse hacia el otro extremo del pasillo.
Lucius meneó la cabeza negativamente, todo empezaba a complicarse más de la cuenta.
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