Lucius tenía aún la Wilson en su mano mientras veía a Úlcer trabajar en los monitores. Ninguno de los dos había dicho algo aún. Al fin, el piloto dejó su frenético trabajo y se acomodó en el asiento en un intento de parecer más relajado.
--Los instrumentos ya están bien --suspiró --,o al menos lo parece.
--Bien. Quiero saber dónde estamos.
--Sí. --Su voz tembló.
--Por el momento ninguna palabra, Úlcer.
--Desde luego --contestó rápidamente.
Lucius lo miró con el gesto serio.
--Lo digo en serio. Eres el mayor bocazas que conozco, y eso en ocasiones está bien, pero no ahora. ¿Me entiendes?
--Sí Lucius, "tranqui".
--Si oigo alguna palabra al respecto no dudaderé en usar esto. --Movió la Wilson para que se viera.
Por unos instantes Úlcer lo tomó a broma, hasta que sus ojos se cruzaron con los de Lucius.
--Averigua dónde estamos. Algo me dice que no es en el sitio que deberíamos.
--En seguida.
Lucius salió de la cabina y dejó solo al piloto. Tenía muchas cosas en la cabeza. No sabía qué le preocupaba más, si lo que acababa de pasar o el sueño. Había tenido una maldita visión y eso no era bueno. Había oído de los que tenían visiones, y siempre acababan mal. De una forma u otra. Agitó la cabeza e intentó aclararse. Si estaban perdidos, como intuía, tendría que dar explicaciones a la tripulación, pero qué podía decirles. Gruñó. Si al menos Natia no los hubiera dejado en Resa-5 tendría a quién consultar. Y desde luego, intentar contactar con ella quedaba descartado. Al menos por el momento. No podía arriesgarse a que los descubrieran. Esperaba que no se encontraran en una situación tan desesperada que requiriera tener que hacer uso de las comunicaciones a larga distancia, porque entonces tendrían un problema.
Ensimismado en sus pensamientos, Lucius no vio a Reeva que avanzaba en sentido contrario por el pasillo ni escuchó el saludo. La mujer se paró delante de él, bloqueándole el paso.
--He dicho "Hola", capitán --sonrió, mostrando los dientes afilados y de brillo metálico.
--Hola. No te había visto.
--¿Os encontráis bien? Se os ve preocupado.
--Sí, no he descansado todo lo que quisiera --mintió.
--Entiendo. Voy al comedor, allí están ya Ruth y Lomar. Si queréis acompañarnos.
--No tengo hambre ahora mismo, gracias. No os demoréis demasiado, todos tenemos trabajo que hacer.
--No capitán, tomaremos algo rápido y acudiremos a nuestros puestos.
--Bien.
Siguió avanzando pero sintió la mirada de la mujer galiana sobre su espalda hasta que alcanzó la esquina al otro lado del pasillo. No podía evitar preguntarse si habría notado la mentira en sus palabras. Era un buen mentiroso, pero los galianos por lo general tenían cierta habilidad para "ver la verdad", y por eso entre otras cosas la llevaba a bordo. Apretó los puños y entró en la sala de seguridad en cuanto la puerta se abrió justo después de que la nave terminara de escanearlo y comprobar que efectivamente era él.
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