jueves, 9 de marzo de 2017
Y otra...
Se miró en el espejo y la imagen plana y desnuda le devolvió el gesto con una mirada cansada y vacía, una mirada llena de hastío y desprecio; una mirada que se había prometido que no volvería a tener. Lentamente, con un movimiento que no había llegado a olvidar, con los dedos surcó sobre su cuerpo las heridas en alma. No podía ver, pero sí sentir, las cicatrices que habían desaparecido bajo las nuevas vetas carmesís, reduciendo su ánima a una casi nada. Se preguntó cuántos trozos más podría perder aún antes de que se desvaneciera por completo, y también se aterró al pensar qué pasaría después cuando aquello ocurriera. ¿Se convertiría en un fantasma? ¿O simplemente moriría? Se encogió de hombros mientras daba la espalda a su yo atrapado en el lado argento y bebió un trago del vaso ancho, con el líquido de color acaramelado y aroma fuerte y seco, que se había preparado instantes antes. Aquel sabor era para él el de las lágrimas que nunca había sido capaz de derramar cuando le ocurría aquello, cuando el diente en aquel engranaje encajaba y lo aplastaba sin piedad, una vez, y otra. Una vez y otra. Y otra...
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