miércoles, 4 de octubre de 2017
Élite
Cuando los dioses abandonaron el mundo, aquellos que les eran más cercanos, ocuparon su lugar. Y no ocurrió sin derramamiento de sangre. Desde ese entonces fundamental y perdido en los anales del tiempo, la historia ha sido la misma. Sólo ha cambiado el brillo que irradiaban aquellos que dominaban. Las coronas dejaron de posarse sobre las cabezas y los tronos se cambiaron por las sombras. Así, desde hace más tiempo del que se pueda imaginar, el destino de muchos está controlado por unos pocos, hábiles en dominar masas y obligarlas a cumplir sus designios, convencidas de que actúan con propia voluntad.
jueves, 1 de junio de 2017
El día que nos volvimos extraños
Podría decir que el día que nos volvimos extraños fue un 7 de Diciembre, incluso podría concretar el año, si es que alguien quisiera saberlo, si es que, en verdad, importara; pero lo cierto es que todo ocurrió un día cualquiera, en un parque durante una visita, en un viaje, tres años antes de ese aciago día 7. Fue ahí, en ese mismo instante, que empezó un juego de humo y espejos que, al final, cuando se quebró, cortó profundo. Y después de eso, mientras curaba unas heridas que no sé si sanarán algún día, aprendí que para conocerse importa la decisión que todos tomen, pero para devenir en perfectos extraños basta con la de uno, basta con que uno se gire y no mire nunca más atrás.
jueves, 9 de marzo de 2017
Y otra...
Se miró en el espejo y la imagen plana y desnuda le devolvió el gesto con una mirada cansada y vacía, una mirada llena de hastío y desprecio; una mirada que se había prometido que no volvería a tener. Lentamente, con un movimiento que no había llegado a olvidar, con los dedos surcó sobre su cuerpo las heridas en alma. No podía ver, pero sí sentir, las cicatrices que habían desaparecido bajo las nuevas vetas carmesís, reduciendo su ánima a una casi nada. Se preguntó cuántos trozos más podría perder aún antes de que se desvaneciera por completo, y también se aterró al pensar qué pasaría después cuando aquello ocurriera. ¿Se convertiría en un fantasma? ¿O simplemente moriría? Se encogió de hombros mientras daba la espalda a su yo atrapado en el lado argento y bebió un trago del vaso ancho, con el líquido de color acaramelado y aroma fuerte y seco, que se había preparado instantes antes. Aquel sabor era para él el de las lágrimas que nunca había sido capaz de derramar cuando le ocurría aquello, cuando el diente en aquel engranaje encajaba y lo aplastaba sin piedad, una vez, y otra. Una vez y otra. Y otra...
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