martes, 9 de diciembre de 2014
Valentía...
Lo había sabido desde el principio: Que la convicción no alimentaba, que el orgullo no llenaba el estómago y que lo justo tenía un regusto amargo y vacío. No había sido un necio por rebelarse, ni tampoco por alzar la voz contra la injusticia que estaban cometiendo, ni siquiera por presentar batalla el solo, no, por nada de eso ni por muchas otras cosas. Si se le podía acusar de necedad era únicamente por confiar en que cuando él diera el paso, cuando predicara con el ejemplo, habría más que lo seguirían, pero no fue así. Se quedó a solas contra el enemigo y ocurrió lo inevitable. Ahora, los grilletes descarnaban sus muñecas y tobillos. La piel le ardía devorada por chinches y piojos. Y en algunas partes de su cuerpo, allí dónde las ratas le habían mordido, la infección febril se abría paso. En la oscuridad maloliente del calabozo se percató de que al final se lo habían arrebatado todo, pero eso era algo que ya habían hecho mucho antes; ahora la diferencia radicaba en que la carencia se producía en su cuerpo famélico. Ya habían matado su mente tiempo atrás, ahora, simplemente terminaban la tarea. De él ya no quedaba más que un despojo sin remedio, sin posibilidad de salvación. Y lo peor es que ellos volverían a salirse con la suya. Si era recordado sería para llenar de miedo los corazones como el suyo había sido una vez, no para inspirarlos en la lucha. Si algo aún le dolía en su interior, en lo que fuese que le restaba de alma o mente, era aquello, que su esfuerzo únicamente había servido para maldecirlo y que se olvidaría, si es que ahora se recordaba, por completo su valentía.Se preguntó si llegaría a ver la luz del sol otra vez aunque fuera en el cadalso... Lo dudaba.
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