jueves, 28 de noviembre de 2013

Perfecto

El despertador sonó con suavidad, lejano, con una melodía dulce, a las nueve de la mañana, tal y como estaba programado para el fin de semana. Las ventanas, que eran la práctica totalidad de la pared al este, zumbaron levemente cuando cambió la carga eléctrica que volvía el cristal opaco, y dejaron que entrase toda la luz del día. Fuera, en el exterior, se mostraba un día radiante: el viento agitaba suavemente la hierba y las hojas de los árboles, las nubes, blancas y esponjosas, surcaban el cielo azul.

Se levantó adormilado y olió el aroma del pan tostado, giró la cabeza para constatar que Melisa no estaba en la cama ya. Sonrió. La mesa del desayuno estaba completamente puesta, sólo faltaban cuatro rebanadas de pan por salir de la tostadora. Se acercó lentamente a Melisa y la abrazó mientras le daba un suave beso en el cuello mientras aspirara el aroma de su cabello cebada. Ella sonrió.
-Deberías hacer que tus niños se levantaran ya o lo tomarán todo frío.
-Voy.
Separó sus brazos y la dejó con atención en la tostadora. El pasillo se iluminó desde el techo a su paso. Tocó primero a la puerta a su izquierda, luego a la de la derecha, y esperó unos segundos. Ante la ausencia de respuesta entró en la que tenía una L de color azul.
-Vamos Luis, es hora de levantarse.
-Cinco minutos más.
-Lo que tarde en levantar a tu hermana.
Un gruñido cariñoso y taparse de nuevo con las mantas fue la respuesta. Sonrió bobaliconamente mientras abría la puerta a la derecha, con una V morada.
-Victoria, vamos.
-Un rato más.
-Tu hermano ya está levantado y se lo va a comer todo.
-¿Ya?
Fue como darle a un interruptor. La niña se levantó y se agachó para buscar sus zapatillas en un único movimiento.
Se acercó a la habitación con la L azul.
-Luis, tu hermana tiene sus zapatillas en la mano.
De nuevo el interruptor. El chico salió de entre las mantas sin calzarse, corriendo hacia el pasillo. Los dos hermanos se cruzaron frente a frente, se detuvieron y luego, como si alguien les hubiera hecho la señal, se lanzaron a la carrera hacia la cocina. No pudo evitar una sonrisa tonta cuando los vio alejarse.

Cuando llegó de nuevo al comedor de la cocina los tres estaban sentados ya. Se detuvo en el umbral de la puerta y se quedó mirándolos. Vanesa levantó sus ojos verdes y le miró directamente.
-¿Qué te pasa?
-Nada, hace un día perfecto.
-Siempre lo hace- la voz melodiosa endulzó el aire.
-Sí, siempre.

[...]

Siempre era más difícil volver. El arconeural se desplazó hacia atrás dejando que pudiera incorporarse. Sus pies tocaron el suelo frío mientras en la holopantalla aparecía el mensaje que odiaba con todas sus fuerzas: "FIN DE LA SIMULACIÓN".

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