martes, 9 de julio de 2013

Rosa

Tengo que reconocer que ha puesto empeño, tanto empeño que al final no tengo más remedio que inclinarme y admitir la razón que me negaba a darle. Mi error me ha llevado a pecar tantas veces de ingenuo, que casi me dan ganas de clavarme un cuchillo en el pecho por simple castigo de mi idiotez; pero eso fue antes, ahora ya no soy un idiota. Ahora ya sé que la fragancia de las rosas sólo se puede aspirar una o dos veces, luego la flor muere y el dulce aroma se torna en una clase de hedor podrido que lo impregna todo alrededor, haciendo insoportable visitar el jardín. Y una vez que ocurre sólo podemos arreglarlo con una concienzuda poda... Ya no olvidaré nunca más aspirar, cortar y tirar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario