«¡Joder!, qué de cosas quedan por hacer esta semana». No pudo reprimir iniciar el pensamiento con una palabra malsonante, pero al menos se había mantenido en silencio y todo quedó dentro de su cabeza. El repiqueteo de unos tacones contra el suelo marmóreo hizo que se detuviera, girándose para quedar frente a la fuente del sonido: una joven mujer, menuda y de largo pelo castaño, cuya ropa negra se ceñía perfectamente a su cuerpo como una especie de segunda piel, resaltando cada una de sus curvas. En la mano traía un "book" de amplia pantalla y casi inexistente grosor. Casi podía decirse que era una hoja de papel gruesa. Sonrío ante la analogía que acababa de formular, era de los pocos allí que sabían lo que era una hoja de papel por algo más que una clase de historia y, en su caso, hacía mucho tiempo que no tenía una en las manos. No recordaba la fecha exacta en la que, por fin, se puso fin al papel, pero hacía bastante: posiblemente en sus veinte.
─¿Qué sucede? ─«Problemas, seguro. Me van a complicar aún más los días, y no por ocio como tenía antes en mente, sino con trabajo, trabajo del duro además...», se respondió a sí mismo.
─Ha llegado esto. ─Le tendió el "book" con desgana.
Lo cogió, mirándolo despacio: en la superficide reflectante y lumínica se veía una fotografía aérea de una calle. Con un gesto de los dedos, sin llegar a tocar, expandió la imagen. Las calles avanzaron y se hicieron más cercanas, con mayor definición. Repitió el movimiento y el detalle se incrementó para que pudiera encontrar lo que esperaba no estuviera allí.
─Es de los grandes, ¿verdad?
─Sí.
─Entonces no volveré a casa para cenar.
─Me temo que no.
─Dígale al general que enseguida estaré allí.
La sala de mando estaba abarrotada, todos los paneles en las paredes, sobre las mesas o colgados del techo, vomitaban datos. Unos en forma dcon imágenes reconocibles de la ciudad: fotos por satélite, reconstrucciones CAD. Otras enseñando líneas y líneas de informes. Y algunas más gráficos y estadísticas. La gente trabajaba a toda velocidad, aumentando así la sensación de urgencia. Se detuvo al entrar, justo al límite del umbral, lo suficiente para que el sensor de proximidad aún lo viera y no cerrara las puertas correderas, y respiró profundamente.
«No llegaría para cenar... qué optimista soy a veces. Si es la mitad de grave de lo que parece voy a estar aquí toda la semana. Joder. ¡Joder! ¡JODER!».
martes, 28 de octubre de 2014
viernes, 24 de octubre de 2014
¿Cómo es tu ciudad Invisible?
En una palabra: Silenciosa. Posiblemente esto no te diga nada, pero déjame intentar explicarlo de una forma sencilla; y para ello contestame a las siguientes preguntas: ¿Cuántas veces has pasado cerca de una reja un poco oxidada con altos setos descuidados? Muchas seguramente, algunas como mínimo. ¿Cuántas te has parado a ver qué había al otro lado? Ninguna. Ahora pregúntante cuántas ciudades invisibles has dejado atrás. ¿Y por qué? Porque no se oía nada, y esa ausencia de sonidos te hizo
seguir tus pasos porque allí no habría cosa alguna interesante. Así que, como entendarás, el truco para encontrar una ciudad invisible es usar los oídos en vez de los ojos. Olvidamos demasiado a menudo que, a veces, para ver algo, basta con escuchar atentamente...
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